Hace algunos meses empecé a ver en algunos de mis notas de Facebook, los comentarios de un misterioso chico que se escondía tras el simple seudónimo de ‘Kasposo’. Intrigado, comencé a seguirle el rastro. Vaya sorpresa cuando descubro que el muchacho era un caricaturista en ciernes. En primera instancia imaginé un romance pasajero con el misterioso artista, ya podía verme a sus pies contemplando un toxico atardecer en Puerto Colombia mientras mi imposible amado dibujaba un sol radioactivo y un esquelético muelle desmoronándose con cada embestida de las olas. Como en su perfil no habían fotos, tratè de imaginarle: un chico guapo, de ojos almendrados y cabello en gajos a lo Shirley Temple. Pero el misterio me sería revelado al verlo aparecer en un periódico local. Resultò que el escurridizo señor Kasposo era Luís Mendoza, un estudiante de la Universidad del Antártico. “Eso debe ser un comunista”, me dijo en sueños mi fallecida amiga travesti Xiomara Rosa , así que sácalo de tu cabeza, concluyó ella, mientras con uno de sus eléctricos tentáculos llevaba hasta su boca el cuerpo inerte de un niño de 8 años. Pero no le hice caso, y comencé a ver su trabajo con detenimiento. Una de sus caricaturas más ingeniosas la publicaría hace algunos meses. En ella aparecen dos interlocutores, un hombre y una mujer en uno de los tantos cócteles culturales de la ciudad. El sujeto indaga a la chica con algo de prepotencia: ¿y cual le gusta de Nietzsche? A lo que ella contesta desparpajadamente: “Una aventura y Cali pachanguero”. Este boceto causó una arremetida de comentarios donde algunos consideraban que el dibujo era una muestra clara de misoginia. En mi opinión, fue motivo suficiente para amar su trabajo, el que me parece honesto y de una sencillez que le sienta bien.
El humor de este chico puede ser tan molesto a veces, como el picor que produce una desagradable seborrea, ardor que deben estar sintiendo por estos días los altos mandos de la Universidad del Antártico, a los que Kasposo descubre sin piedad en una serie de viñetas donde no le tiembla el pulso, ni el tino, para darle por el culo a los que por años han roído sin misericordia el bienestar de los estudiantes. Una fotografía reciente muestra a un grupo de muchachos semidesnudos que protestan por las irregularidades cometidas en la universidad publica, una caricatura de Kaspoco sirve como escudo, como protesta, como tatuaje para una generación que ha escrito su historia estudiantil sobre cadáveres, bombas lacrimógenas y abusos policiales. La ciudad se lee y se escribe en las calles grafitiadas, en el stencil donde la Monalisa sonríe coronada con cachitos rojos, en la publicación de bajo presupuesto que los chicos sacan con las pocas monedas de su bendito presupuesto. Kasposo, como un niño provisto de crayolas, da los primero trazos de lo que presiento será una importante obra. Y al que le pique que se rasque con o sin gusto.
Better John
El grito vagabundo de un pueblo oprimido se manifiesta de muchas formas, siendo el ARTE,uno de los medios incólumes que poseemos, para transmitir esta plegaria, esta inconformidad, esta rebeldía que nos carcome el alma y nos llena de valentía para enfrentar esta caterva de corruptos sin escrúpulos que piensan que todavía somos los mismos indios huevones que conquisto Colon... ¡¡ MAMOLA !! (con el dedo anular en alto)como dicen ellos.
ResponderEliminarMe uno, como Better, a la legion de Kasposos que amamos nuestro caribe.